viernes, enero 26, 2007

La tristeza que tuvo tu valiente alegría. Federico García Lorca.

"Toda mi infancia es pueblo, pastores, campos, cielo, soledad. Sencillez en suma... amo la tierra. Me siento ligado a ella en todas mis emociones. Mis más lejanos recuerdos tienen sabor a tierra. La Tierra, el campo, han hecho grandes cosas en mi vida. Los bichos de la tierra, los animales, las gentes campesinas tienen sugestiones que llegan a muy pocos. Yo las capto ahora con el mismo espíritu de mis años infantiles...".

García Lorca rehusó el exilio ofrecido por Colombia y México, cuyos embajadores previeron que el poeta pudiera ser víctima de un atentado debido a su función de funcionario de la República, pero Lorca rechazó las ofertas y se dirigió a su casa en Granada para pasar el verano.
En esos momentos políticos alguien le preguntó sobre su preferencia política y él manifestó que se sentía a su vez católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico; de hecho nunca se afilió a ninguna de las facciones políticas y jamás discriminó o se distanció de ninguno de sus amigos, por ninguna cuestión política, se sentía, como él lo dijo en una entrevista al Sol de Madrid poco antes de su asesinato: íntegramente español.


Prendimiento de Antoñito El Camborio en el camino de Sevilla
a Margarita Xirgu

Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
con una vara de mimbre
va a Sevilla a ver los toros.
Moreno de verde luna
anda despacio y garboso.
Sus empavonados bucles
le brillan entre los ojos.
A la mitad del camino
cortó limones redondos,
y los fue tirando al agua
hasta que la puso de oro.
Y a la mitad del camino,
bajo las ramas de un olmo,
guardia civil caminera
lo llevó codo con codo.

El día se va despacio,
la tarde colgada a un hombro,
dando una larga torera
sobre el mar y los arroyos.
Las aceitunas aguardan
la noche de Capricornio,
y una corta brisa, ecuestre,
salta los montes de plomo.
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios.

Antonio, ¿quién eres tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una fuente
de sangre con cinco chorros.
Ni tú eres hijo de nadie,
ni legítimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte solos!
Están los viejos cuchillos
tiritando bajo el polvo.

A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias civiles
beben limonada todos.
Y a las nueve de la noche
le cierran el calabozo,
mientras el cielo reluce
como la grupa de un potro.


"Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más, yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista, abstracta, por el sólo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula, pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política."'


El 16 de agosto de 1936 fue detenido en su domicilio. Posiblemente en la madrugada del 19 de agosto (aunque la fecha no se ha podido precisar), Federico García Lorca fue asesinado en el camino que va de Víznar a Alfacar.


Muerte de Antoñito El Camborio
a José Antonio Rubio Sacristán

Voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.
Voces antiguas que cercan
voz de clavel varonil.
Les clavó sobre las botas
mordiscos de jabalí.
En la lucha daba saltos
jabonados de delfín.
Bañó con sangre enemiga
su corbata carmesí,
pero eran cuatro puñales
y tuvo que sucumbir.
Cuando las estrellas clavan
rejones al agua gris,
cuando los erales suenan
verónicas de alhelí,
voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.

Antonio Torres Heredia,
Camborio de dura crin,
moreno de verde luna,
voz de clavel varonil:
¿Quién te ha quitado la vida
cerca del Guadalquivir?
Mis cuatro primos Heredias
hijos de Benamejí.
Lo que en otros no envidiaban,
ya lo envidiaban en mí.
Zapatos color corinto,
medallones de marfil,
y este cutis amasado
con aceituna y jazmín.
¡Ay Antoñito el Camborio,
digno de una Emperatriz!
Acuérdate de la Virgen
porque te vas a morir.
¡Ay Federico García,
llama a la Guardia Civil!
Ya mi talle se ha quebrado
como caña de maíz.

Tres golpes de sangre tuvo
y se murió de perfil.
Viva moneda que nunca
se volverá a repetir.
Un ángel marchoso pone
su cabeza en un cojín.
Otros de rubor cansado,
encendieron un candil.
Y cuando los cuatro primos
llegan a Benamejí,
voces de muerte cesaron
cerca del Guadalquivir.

lunes, enero 08, 2007

Como un llovizna fría y persistente, el tango empapa a la larga, empapa... Enrique Santos Discépolo.

A diferencia de otros creadores populares que desplegaron su talento de modo instintivo y un tanto naif, para luego ser reivindicados por futuros exégetas, Discépolo fue siempre consciente de sus aportes. Podría incluso asegurarse que toda su producción artística está articulada por un estilo común, un cierto aire o espíritu discepoliano que la gente reconoce inmediatamente, con afecto y admiración, como si su obra -más de una vez definida como "profética"- expresara el sentido común de los argentinos. La singularidad de Discépolo sigue inquietando, tanto dentro como fuera del universo del tango. Mientras la mayoría de sus coetáneos hoy suena extraño para las nuevas generaciones, el hombre que escribió y compuso "Cambalache" persiste, está vigente. O para decirlo con una de sus imágenes preferidas: sigue mordiendo.

Enrique Santos Discépolo encarna en su obra a un héroe opuesto al hombre triunfador, exitoso. Es la absoluta contraparte del héroe. Configura en sus tangos a tipos feos, ridículos, esquilmados. Es decir, las demoliciones humanas que ha dejado la vida en su vertiginoso trajinar. Los héroes o los antihéroes de Discépolo siempre apilan en su alma las imposibilidades y las inhibiciones humanas. Son eternos perseguidos. Pero no los persigue un hombre, un polica, un enemigo. Los persigue el mundo. (Mafud, 1966, p. 65).

Resulta casi imposible -o decididamente necio- no relacionar composiciones como Martirio o Sin Palabras con la vida sentimental de su autor. Es sabido que la relación de Discépolo con Tania -con la que convivió desde 1928 hasta su muerte, en 1951- a mediados de la década del '30 empezó a resquebrajarse en razón a las frecuentes infidelidades de ella. Como señala Pujol: "Por lo bajo [...] se comentaban los amoríos de Tania, y se confrontaban esos relatos con los personajes de los tangos de Discépolo. La imaginación seguramente acrecentó las cosas, pero hubo un fondo verdadero." (Pujol, 1997, p.291). Martirio Trata el tema de la soledad, aunque no se alude, como en otros casos, a una soledad existencial, sino a un sentimiento de abandono:
Solo!
Despiadadamente solo!
mientras grita mi conciencia
tu traición,
la de tu ausencia!hoy... mañana...siempre igual. (Martirio)

El texto de Sin Palabras es inevitablemente autorreferencial y está dedicado -mas que ningún otro- a Tania (cf. Pujol, 1997, p.288):

Sin decirlo esta canción dirá tu nombre;
sin decirlo con tu nombre estaré yo...Los ojos casi ciegos de mi asombro,junto al asombro de perderte y no morir. (Sin Palabras)


Extractos de una entrevista a Tania.

- Periodista: ¿Qué recuerdos tenía de su niñez?
- Tania: Ninguno. No había jugado nunca, ni a las bolitas, ni tuvo una bicicleta, porque estaba con unos tíos muy ricos que lo vestían de payaso todos los días... Le ponían el esmoquin, la corbatita para cenar y eso a él le dolía mucho. Enrique empezó a jugar y a hacer cosas de chico cuando me conoció. Nunca tuvo una bicicleta. No porque fuera pobre..., es al revés. El pobre era el hermano.
Enrique vivía con unos tíos ricos, pero era más pobre que ninguno porque no jugaba a las bolitas, no iba en bicicleta. Lo llevaban al jardín de infantes y lo devolvían a la casa. No tuvo afectos de familia.

- Periodista: En sus letras hay una constante presencia de Dios. ¿Era creyente?
- Tania: No era un hombre de práctica religiosa. Cuando murió (Francisco) Lomuto, se celebró una misa de cuerpo presente en la Iglesia de San Nicolás... Llegó a casa muy cansado. Como había tardado mucho le pregunté qué le había pasado. -"¡Qué espectáculo! Es una maravilla lo que he visto. ¡Que lujo!, ¡qué trajes! Es un show, el show más grande que te podés imaginar", fue su comentario. Se divertía mucho conmigo solo... -"El traje dorado; el blanco se los cambiaban por dorados; daban vuelta alrededor del ataúd y le ponían un manto dorado, otro verde... Pero vieras qué show... el lujo de la gente, todas con sombrero."
-"Pero ¿qué es eso que me estás contando?".
-"Es lo que vi. Luego entraban cuatro o cinco por un lado, todos iban de negro, bordado y salieron todos en dorado, más o menos como en la revista del Maipo".

- Periodista: ¿Usted nunca pensó en escribir un tango?
- Tania: No. Enrique siempre contaba que una de las alegrías más grandes de su vida, era haberse enamorado de una mujer que no fuera intelectual. La verdad es que de intelectual yo no tenía nada. A mí me hubiera gustado ser una Alfonsina Storni. -"No..., no..., como sos está bien. No aprendas más que no te va a servir para nada..."




Soy un arlequín
Letra y Música: Enrique S. Discépolo
Año: 1928


Soy un arlequín,
un arlequín que salta y baila
para ocultar su corazón lleno de pena.
Me clavo en la cruz
tu folletín de Magdalena,
porque soñé que eras Jesús y te salvaba...
Me engaño tu voz,
tu llorar de arrepentida sin perdón.
Eras mujer... Pensé en mi madre
¡Y me clave!

Viví en tu amor una esperanza,

la inútil ansia de tu salvación.
¡Perdóname si fui bueno!
Si no se mas que sufrir...
Si he vivido entre las risas
por quererte redimir.
¡Cuánto dolor que hace reír!
Soy un arlequín,
un arlequín que salta y baila
para ocultar su corazón lleno de pena.

Me clavo en la cruz
tu folletín de Magdalena,
porque soñé que eras Jesús y te salvaba...
Me engaño tu voz,
tu llorar de arrepentida sin perdón.
Eras mujer... Pensé en mi madre
¡Y me clave!

(*) Como le decían, con cariño, los amigos. Homero Manzi compuso la letra para un tango homenaje a su amigo, llamado de esta forma, la música la compuso Aníbal Troilo.


Fuentes:
www.todotango.com ; http://es.wikipedia.org ; "Poéticas del Tango" de Oscar Conde, edit.: Marcelo Hector Oliveri.